El error sonaba sin parar
dentro de su cabeza, repetía una y otra vez aquello de ‘Y haremos como si no
hubiera pasado nada’ mientras todo giraba muy rápido a su alrededor. Si, la verdad es que estaba un poco borracha,
había bebido vino mientras veían Vacaciones en Roma, demasiado vino y poco
espacio en el sofá.
La culpa era suya, se
había presentado en su puerta, con el pijama debajo del chubasquero y de una bolsa sacó una botella de vino y el
DVD. Él la dejó pasar, puso la película, abrió tres botellas de vino y partió
queso. Como siempre ella lloró con el final, él no le había visto llorar nunca,
ella se secó las lágrimas con la manga de la camiseta del pijama y dijo que era
muy tarde.
En la puerta mezclaron
dos besos con uno, el vino, las lágrimas, la contradicción de no amar y querer ser amado.
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