miércoles, 14 de mayo de 2014

Here comes the sun


Volvía a hacer calor después de la tormenta sideral y volvimos a la terraza del viejo edificio de escaleras de madera a la que no subía nadie más que nosotros. Desde allí se veían otros patios, algunos tejados y las plantas altas de los edificios de la ciudad. Yo no me asomaba mucho porque tenía un vértigo horroroso, pero tú te sentabas en el muro de un metro con las piernas colgando al vacío mientras cantabas una y otra vez el Here comes the sun sin parar.

Me creía que aquello era la terraza del domingo astromántico y llené todo de luces blancas que encendía por la noche, cuando subíamos a cenar con vino blanco barato y hamburguesas del McDonals. Por las tardes subías la nevera azul llena de cervezas y se nos hacía de noche tirados en el suelo caliente, me ponía las gafas de sol y miraba sonriendo al cielo con una cerveza en la mano y demasiadas en el cuerpo.

Tú seguías cantando sin camiseta y en pantalón corto.


Little Darling, the smiles returning to the faces…

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