martes, 6 de noviembre de 2012

La canción más fea del mundo


Estaban en el típico bar del centro de la ciudad, en el que se pegan los vasos a la barra y las mesas están grasientas, todo tenía un aspecto como gris envejecido y olía raro, pero era lo único que a esas horas estaba abierto un miércoles a esas horas de la noche, y ellos lo sabían.

La mesa en la que estaban sentados se les quedaba pequeña, los botellines vacíos de cerveza barata se acumulaban en la esquina que pegaba a la pared de gotelé que en una vida anterior había sido blanca. Uno sentado al lado del otro cantaron entre susurros esa horrible canción que sonaba en la televisión con su videoclip pasado de moda, él tenía la mano en la pierna de ella, y paseaba la yema de los dedos por el muslo cubierto por las medias negras más gordas que había visto en su vida. Ella sabía perfectamente que esos juegos bajo la mesa eran el avance a algo que no pasaría, que al salir del bar medio borrachos probablemente el la cogería de la cintura hasta el portal, que subirían las escaleras pegados y que se acurrucarían en el sofá bajo la manta.

Y así fue

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