lunes, 29 de abril de 2013

Quiero ser eterna


Con tanto bar moderno de paredes blancas y negras nos hemos olvidado de la magia de las tabernas oscuras con mesas de madera en las que el camarero casi siempre lleva bigote. La verdad es que desde que ya no se puede fumar en los espacios públicos hacerse la bohemia tomando un café con leche es mucho más complicado, y ella era muy de eso, de café y cigarro mirando la lluvia por los cristales de la cafetería mientras escribía frases sin sentido en servilletas. Pero sigue prefiriendo los bares pequeños y oscuros a los Starbucks de la gran vía.

El chubasquero amarillo goteando colgaba de la silla de enfrente y el café que había pedido humeaba a su derecha, ahora es cuando se encendería un cigarro mientras escribía cosas de indie de mierda retozando en su dolor interior. De tardes de domingo con resaca tirada sobre la alfombra del salón, de señores que desayunan en cocinas sin reformar, de pisos en la última planta del edificio, de discos que nadie quiere dar la vuelta, de historias de bares… de querer ser eterna, de querer ser canción.

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