A ver por donde empiezo a
contarte lo que sucede, que no puedo alegrarme de verte, que vuelven a mi mente
las tardes de invierno en mi salón viendo películas, porque a diferencia de
todo lo que ha pasado por mi vida, contigo era todo más de cine que de música,
y eso que los dos siempre hemos sido muy de música, muy de saltarla, de
beberla, de sudarla y de cantarla mal, pero la resaca nos llevaba siempre a las
películas que habíamos visto infinitas veces. Nos dormíamos en casi todas las
versiones originales, nos reíamos sin ganas en las comedias y yo lloraba en
todas, porque siempre he sido muy de llorar en el cine, en la música y en la
vida.
También éramos muy de
merendar a las siete de la tarde cualquier cosa que llevase chocolate por
encima, por debajo o por dentro. Tú salías de trabajar, parabas en cualquier
pastelería que te pillase de camino y llamabas siempre a mi puerta con una
bolsa de papel en la mano y una sonrisa. Yo no sé si saltaba a tus brazos porque
te quería o porque me traías chocolate. Últimamente intento auto convencerme de
lo segundo, y te odio por ello, desde entonces no puedo comer nada que lleve
chocolate sin acordarme de ti.
Y aquí estamos, tres
estaciones después, rodeados de gente, con una cerveza en la mano viendo un
concierto, todo el mundo baila, canta, salta y grita, nosotros no. Yo sólo bebo
de mi vaso de plástico, muevo levemente el pie derecho mientras intento ignorar
que estás a mi lado estático y haciendo parecer normal una situación que no lo
es, así que distraídamente me miras, te acercas a mi oído y gritas por encima
de la música un ‘¿Qué tal todo? Hacía mucho que no nos veíamos’
lindo post :)
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarQue bonito escribes.
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