lunes, 14 de octubre de 2013

Conclusión en Do para ukelele

A ver por donde empiezo a contarte lo que sucede, que no puedo alegrarme de verte, que vuelven a mi mente las tardes de invierno en mi salón viendo películas, porque a diferencia de todo lo que ha pasado por mi vida, contigo era todo más de cine que de música, y eso que los dos siempre hemos sido muy de música, muy de saltarla, de beberla, de sudarla y de cantarla mal, pero la resaca nos llevaba siempre a las películas que habíamos visto infinitas veces. Nos dormíamos en casi todas las versiones originales, nos reíamos sin ganas en las comedias y yo lloraba en todas, porque siempre he sido muy de llorar en el cine, en la música y en la vida.

También éramos muy de merendar a las siete de la tarde cualquier cosa que llevase chocolate por encima, por debajo o por dentro. Tú salías de trabajar, parabas en cualquier pastelería que te pillase de camino y llamabas siempre a mi puerta con una bolsa de papel en la mano y una sonrisa. Yo no sé si saltaba a tus brazos porque te quería o porque me traías chocolate. Últimamente intento auto convencerme de lo segundo, y te odio por ello, desde entonces no puedo comer nada que lleve chocolate sin acordarme de ti.


Y aquí estamos, tres estaciones después, rodeados de gente, con una cerveza en la mano viendo un concierto, todo el mundo baila, canta, salta y grita, nosotros no. Yo sólo bebo de mi vaso de plástico, muevo levemente el pie derecho mientras intento ignorar que estás a mi lado estático y haciendo parecer normal una situación que no lo es, así que distraídamente me miras, te acercas a mi oído y gritas por encima de la música un ‘¿Qué tal todo? Hacía mucho que no nos veíamos’