La parte de atrás de
aquel taxi fue el centro del universo, mientras fuera llovía desde dentro
oíamos como las gotas repiqueteaban en el techo del coche. En la radio sonaba
algún programa sobre sucesos sobrenaturales de esos que ponen en todas las
emisoras de madrugada, yo estaba descalza y tú tenías el nudo de la corbata
deshecho. Con el rímel y el pintalabios rojo corrido reía mientras bebíamos a
morro de la misma botella de champám, si, estábamos muy borrachos y nos daba
igual.
El taxista miraba por el
espejo retrovisor mientras nos llevaba por el camino más largo como si fuesen a
importarnos esos 10 euros de más. Terminamos la botella en el banco de piedra
de la plaza, yo bailaba mientras tú fumabas y cantabas malamente por Sabina,
dabas palmas intentando seguir el ritmo pero era prácticamente imposible. Nos
volvió a dar un ataque de risa.
Entraba con dos cervezas
en el salón cuando pusiste el ‘love me do’ de los Beatles en el tocadiscos,
cantabas con los ojos cerrados mientras movías el culo al son de la música. Te
salía mucho mejor que Joaquín. Y ahí estábamos en el salón de casa, vestidos de
fiesta y bailando a los Beatles borrachos mientras bebíamos cerveza.
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