París al atardecer, café
en tazas enormes, bares blancos y azules con baldosas gris perla en el suelo,
comer gofres con chocolate como si no hubiera mañana, mi abrigo negro, tu
trenca gris, los gorros de lana contra el frío otoñal que parece invernal. Mis
manoplas con forma de oso debajo de la torre Eifel iluminada, bailar el pequeño
vals sin título que suena en nuestra cabeza, que todos nos vean bailar, sonreír
con los ojos cerrados. Patalear de frío el suelo al entrar por la puerta del
hotel de madrugada, que las gafas se me empañen con el contraste de
temperatura, los mofletes sonrosados, los desayunos dulces pegados en la
cristalera del bar que hace esquina. Creerme Amelie bajando las escaleras, dar
vueltas en los campos elíseos admirando el vuelo de mi vestido, tus botas
negras, mis zapatos de charol.
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