Debajo de las gafas de sol tengo los ojos cerrados, destrozo la canción cantando a gritos desafinados aquello de ‘caímos en el incendio el mismo verano los dos’ mientras pataleo en el salpicadero moviendo los pies al ritmo de la música y palmeo mis muslos improvisando una batería. El coche no tiene aire acondicionado por lo que calor horroroso de agosto en forma de viento entra por las ventanas despeinándonos y trayendo con el la suciedad de la carretera que se pega a nuestros cuerpos sudados de alegría y felicidad.
Abro los ojos y te veo conduciendo, la camisa de cuadros con las mangas remangadas, siempre con pitillos y tus gafas de sol cantando a gritos nada desafinados ‘a veces son los silencios, a veces como un ciclón’ . Me miras sonriendo sin dejar de cantar, nuestra semana libre de agosto está llegando a su fin, no hemos dormido en condiciones ni un solo día, olemos fatal y pesamos tres kilos menos, pero ha sido nuestra semana y tu tienes que volver a la histeria mientras yo me sentaré en el sofá gris delante del ventilador con los ojos cerrados recordando todas y cada una de las canciones que hemos cantado.
La magia te quema los huesos
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