He venido a romper tus ventanas para que lluevan cristales, seguro que te gritaré como antes, por las cosas más insignificantes y me callaré las que verdaderamente importan. Pondré tu vida patas arriba otra vez para que puedas crear cosas maravillosas que no nacen de los desayunos escuchando a los pájaros piar ni por los largos paseos por la playa. Quiero entrar como el aire, el aire fresco que éramos el uno para el otro no hace tanto, esa ráfaga que nos elevaba del mundo y nos hacía crear universos infinitos.
No se si tu habrás pensado en renunciar a todo lo que hemos vivido, que visto desde la distancia parece todo mucho más fácil de lo que en aquel momento era, pero yo no. Tal vez ¿has pensado en crecer más? Más no por favor, no me hagas volver a sentirme como esa chica inmadura que abarcó más de lo que pudo y fracasó en el intento de responsabilizarse como no lo había hecho en la vida. Quédate en los momentos en los que parece que tienes veinte y deja los que realmente tienes para cuando sea estrictamente necesario, se ese ser desequilibrado que eres y no te escondas detrás de una máscara de persona normal. Lo normal nunca ha sido bonito, nunca ha sido especial.
Corramos ese gran sprint final, seguro que al cruzar la línea los dos ganaremos… de momento. Tenemos tan claro que no vamos a tener un futuro eterno juntos que intentamos guardar sólo los días más gratos y olvidar los demás, y ese es nuestro fallo más grande.
Estoy dispuesta a volver a romper tus ventanas, tu ¿vas a romper las mías?
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