Hay cosas que sólo se pueden decir delante de un café en una cocina bañada con un ambiente helador, con una taza humeante y la cucharilla dentro. Y allí estábamos los dos, en tu pequeña cocina, sentados en la diminuta mesa y tomando café… bueno, en realidad el café me lo tomaba yo, por que tu lo mareabas, no te gusta nada, pero te lo tomas para mantenerte despierto después de la noche del día anterior.
Nos miramos mientras masticamos las galletas de dinosaurio que siempre tienes en el armario, puede faltar de todo en esa casa, pero siempre habrá cerveza en la nevera y galletas de dinosaurio en el armario que está encima de la lavadora . Enciendo un cigarro, se que no te gusta que fume en tu casa, pero no dices nada y me miras esperando que sea yo la que empiece a hablar. Fumo mientras mi mirada salta del café a los azulejos y vuelve otra vez a la taza en la que me caliento las manos, fuera llueve y miro por la ventana, todo menos mirarnos otra vez. Anoche nos miramos en el taxi, borrachos de ron y deseosos de calmar nuestras penas, sentirnos importantes y queridos
Pero cada vez que caigo alguien sufre daño, y esta vez has sido tu un sucedáneo, lo sabes, lo se y nadie más lo puede saber, sobretodo ella. Tu estás totalmente de acuerdo conmigo, no volverá a pasar nuca más, seguiremos mirándonos intensamente cuando pensamos que nadie nos mira, compartiremos las películas de los viernes por la noche mientras me acaricias el pelo en el sofá y seguirás viniendo a por croquetas a casa cuando nos sobre pollo el día anterior
Ay esos cafés...
ResponderEliminarQue bien escribes, señorita.