Él detrás de la taza de
café leyendo el periódico desde el portátil. Ella de pie, apoyada en la
encimera de la vieja cocina con su café en la mano cerraba los ojos intentando
hacer desaparecer el parloteo del chico, no soportaba que nadie le hablase
hasta dos horas después de levantarse. Normalmente ese momento de desayuno no
lo pasaban juntos, ninguno de los dos lo había querido o necesitado nunca, todo
había sido perfecto hasta que el tiró de su pantalón y ella le metió la camisa vaquera
por dentro la noche anterior.
Ahora, para completar el
círculo sólo quedaba desayunar juntos, a una hora normal, y en la cocina de
alguno de los dos.
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