Me pasé la tarde en la
cocina, era una de esas tardes en las que la ansiedad me llevaba a llenar el
congelador de comida. Tenía el horno funcionando con un bizcocho de chocolate
del que me había comido ya la mitad de la masa antes de embadurnar el molde
desmontable con mantequilla y estaba haciendo bechamel para hacer croquetas con
las sobras del pollo del domingo.
Tú estabas sentado en la vieja
mesa de la cocina empañada por los vapores de la cocción, pero ni por asomo
abriría la ventana que daba al patio interior en pleno diciembre, podría morir
congelada y dejar de mover la bechamel… y se formarían esos horribles grumos
que tanto asco me dan y que tanto me cuesta quitar. Tenías el portátil abierto,
contestabas mails mientras me hacías de dj en spotify porque las croquetas
saben mejor cuando las cocinas mientras suena Xoel…
Canturreábamos el amor
valiente mientras que la olla a presión silbaba con las lentejas dentro como
para dos meses.
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