Yo una vez viví una final de la copa del rey, una final que Bilbao llevaba viviendo casi mes y medio antes, los cuartos, la semifinal, y la gran final. Me acuerdo de ese Bilbao repleto de banderas, bufandas y camisetas rojiblancas. de ese Bilbao con los bares llenos de gente que no había viajado a Valencia (incluso sin entrada), pero sobretodo me acuerdo de ese Bilbao lleno de sonrisas y esperanza.
Yo viví la final en un San Mames que hacía la ola cada dos por tres, con un nudo en el estomago y con los ojos abiertos como platos. El primer gol lo marcamos nosotros, y no he gritado y he saltado así en la vida, esa sensación de plenitud y alegría no la cambio por nada... después perdimos y terminamos todos de pie aplaudiendo y cantando los goles del Barcelona.
Así se me quedó la cara después del partido, después de ver llorar a los bonitos con una medalla colgada en el cuello, de llorar yo mientras todos los jugadores se abrazaban y después de tener un dolor intenso en la palma de las manos de aplaudir como si se fuese a oír en Valencia.
Pero en Bilbao somos muy de celebrar... tanto, tanto que celebramos perder una final épica, contentos, acalorados y haciendo que los jugadores cabizbajos saliesen del autobús con los cristales tintados para recorrer medio Bilbao andando para terminar en el ayuntamiento emocionados.
Este año me gustaría tener otra final, y ver una copa más en las vitrinas del museo, pero si tengo que firmar ahora por llegar perder lo volvería a hacer, por que no hay cosa más bonita que los bonitos haciéndolo bonito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario