martes, 9 de agosto de 2011

Pequeño desastre animal

Ahí estábamos los dos sentados en el suelo aprovechando la sombra de mi tienda de campaña a media tarde, tu tumbado boca abajo sombre una colchoneta de playa, yo con las piernas estiradas mirando los calcetines de perlé que asomaban por encima de mis botas grises. Las gafas de sol ocultaban unas ojeras demasiado marcadas  ya por la falta de sueño y el exceso de alcohol y de mis manos colgaba un cigarro a medio fumar que en realidad no me apetecía llevar a la boca, pero que en un gesto de nerviosismo había encendido momentos antes.
Nos llegaba el sonido del camping, todo el mundo hablaba, gritaba y cantaba fuera de sus respectivas tiendas, pero en nuestra pequeña burbuja de silencios nada forzados no escuchábamos más que mis tarareos susurrados de ese tema que tan bien nos definía, a los dos, a lo que había pasado y a lo que nunca más volvería a pasar
No he buscado a nadie, llevo días buscándome yo,  no quiero pensar en Madrid, ni en su reloj 

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